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Así es mi País

17 de octubre de 2006

La Novela en Nuestro País

Material de apoyo elaborado especialmente para los alumnos de Literatura del octavo grado.
PANORAMA HISTÓRICO DE LA NOVELA EN REPÚBLICA DOMINICANA.
La novela dominicana nace en el siglo XIX bajo el signo romántico francés y, al igual que en Hispanoamérica y el Caribe, su aparición es tardía. Los estudiosos dominicanos del género, entre ellos Carlos Estaban Deive, Bruno Rosario Candelier, Marcio Veloz Maggiolo y Abelardo Vicioso, coinciden al señalar dos razones fundamentales para dicho letargo: la ausencia de condiciones sociales, culturales y económicas en la isla para producir textos ficticios y la implementación de una Cedula Real dictada por las autoridades españolas el 4 de abril de 1531 que prohibía el envío y la difusión de libros de “romance, de historias vanas o de profanidad” a las Indias. Esas razones, como lo han demostrado el argentino Enrique Ander-son Imbert, el chileno Fernando Alegría y el peruano Luis Alberto Sánchez, entre otros, son aplicables indistin-tamente a todos los territorios conquistados por España. Durante los siglos XVI y XIX la pro-ducción de textos narrativos en la Hispaniola se limitó a los escasos pasajes de matiz literario que aparecen en Historia de la Indias, Historia general y natural de las Indias y Relación acerca de las antigüedades de los indios, de Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Fray Ramón Pané, respectivamente. Empero, los llamados cuentos de camino, provenientes de España, se popularizaron en toda la Isla, convirtiéndose así en la fuente folklórica-literaria más importante existente en esos tres siglos. La primera novela dominicana en orden cronológico es Los amores de los indios, de Alejandro Angulo Guridi, escrita en Cuba y publicada en ese mismo país en 1843. Los amo-res de los indios es una obra de corte indianista cuyos protagonistas son indígenas cubanos, no dominicanos. A ésta le sucede El montero (1856), de Francisco Bonó, novela de tema costu-mbrista que resalta el valor del “montero”, personaje rebelde que hizo de la cacería de ganado en los montes un estilo de vida particular y un modo de subsistencia riesgoso. Luego, en 1879 Manuel de Jesús Galván dio a la publicidad la primera parte, y en 1882 la versión completa, de Enriquillo, novela esencial del indianismo histórico hispanoamericano. El ciclo novelístico deci-monónico dominicano lo cierra Francisco Gregorio Billini con Baní o Engracia y Antoñita (1892), obra exponente del ambiente, las tradiciones y las costumbres banilejas de entonces. Con la finalidad de exaltar los valores patrios y poner en perspectiva los acontecimientos históricos más importan-tes ocurridos en la sociedad dominicana entre 1844 y la gesta restauradora nacional de 1863, Federico García Godoy publicó la trilogía Rufinito, Alma dominicana y Guanuma (1908). Orientada en el mismo sentido, pero con la dictadura de Ulises Heureaux como motivo central, Tulio Manuel Cestero publicó La Sangre en 1913. Otra novela que exalta el nacionalismo criollo y analiza las revoluciones caudillistas nacionales desde una óptica politica amplia es La Mañosa(1936) de Juan Bosch. De 1936 es también Los enemigos de la tierra, de Francisco Andrés Requena, que plantea las consecuencias de la emigración del cam-pesino dominicano hacia la capital. El tema de los ingenios y la industria azucarera entra a la narrativa nacional bajo la denomi-nación de “novela de la caña”. A esa tendencia pertenecen Cañas y bueyes (1936) de Francisco Moscoso Puello; Over (1939), de Ramón Marrero Aristy y Jengibre (1940), de Pedro Andrés Pérez Cabral. Estas tres novelas denuncian, desde posiciones políticas y planteamientos estéti-cos diferentes, el deplorable drama que padecían los trabajadores de los ingenios azucareros dominicanos de las primeras décadas del siglo XX. La explotación económica, el dolor humano, la humillación y la crítica abierta a la tiranía trujillista conforman el hilo temático de las mis-mas. Paralelo a estas novelas de denuncia social y política aparecen otras destinadas a engran-decer la figura de Trujillo y su familia. No eran, en el sentido estricto de la palabra, novelas por encargo, sino textos producidos por autores que voluntariamente quisieron congraciarse con el régimen trujillista. Incluso, muchas de ellas fueron escritas por novelistas aficionados o por periodistas que pusieron su pluma al servicio de la tiranía. Entre ellas se destacan: Eusebio Sapote (1938) de Enrique Aguiar; Revolución (1942), La cacica (1944) y Hello Jimmy (1945) de Rafael Damirón; Cachón (1956), de Miguel Angel Monclús.

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